Por José Andrés Rojo / El País


"Las corrientes espirituales tienen cada vez más peso en las sociedades actuales. Son muchos los que agobiados por el hartazgo de un mundo que les exige sobre todo consumir y embarcarse en nuevas experiencias, y que para conseguirlo se ven forzados a competir en unos mercados extremadamente competitivos, han decidido apartarse, explorar otros caminos, romper las dinámicas establecidas. La vía de la meditación, la vuelta hacia el interior o la búsqueda de salidas en tradiciones distintas a la occidental forman parte de ese abanico de respuestas que empiezan a cultivarse con frecuencia. Pablo d'Ors, escritor y sacerdote, publica la semana que viene Biografía de la luz, que, en la línea de otras obras suyas de enorme éxito —El estupor y la maravilla, Entusiasmo o Biografía del silencio—, se dirige a esos "buscadores espirituales".


Pero qué es lo que hay detrás de todo esto, qué desafíos y anhelos, qué peligros, de qué se habla cuando asoma la palabra espiritualidad. Para tratar de esto, Pablo d'Ors (Madrid, 57 años) ha conversado con Juan Arnau (Valencia, 52 años). El primero se define a sí mismo como un modesto buscador espiritual desde su adolescencia, "con muchos más errores y tropiezos que aciertos y logros". Arnau, un astrofísico que por distintos azares lleva investigando 25 años el pensamiento budista y que también es filósofo —Manual de filosofía portátil, La fuga de Dios, Historia de la imaginación—, dice que es "un vagabundo del dharma, como aquellos viejos beatniks".


Ambos meditan. Pablo d'Ors empezó muy pronto, tras leer, siendo adolescente, El tercer ojo, del "falso lama Lobsang Rampa"; y hace siete años fundó la red de meditadores Amigos del Desierto. "A partir de los 40, en medio de una crisis personal, empecé a practicar la meditación zen", explica. "No supe encontrar entonces, en la tradición cristiana, un método suficientemente riguroso para hacer la experiencia interior". Y así hasta que encontró a Franz Jalics, un jesuita nonagenario al que considera su maestro, que le descubrió el hesicasmo: una corriente de la Iglesia ortodoxa, de los siglos VI al IX, que practicaba la oración en silencio y quietud. Desde ese momento no ha dejado de cultivarla a diario durante, aproximadamente, hora y media. "Yo medito caminando", dice Arnau. "Percibiendo. Para mí la clave de la meditación no es tanto cerrar los ojos como abrirlos".


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Image: Daniel Ochoa de Olza / El País

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