Por Rafael Narbona / El Cultural
"Con Marco Aurelio se cumplió el sueño platónico de que gobernaran los filósofos. Sin embargo, la experiencia no alumbró una sociedad utópica ni un mundo en paz. El emperador romano tuvo que combatir contra los partos y los pueblos bárbaros de Germania. Además, sofocó la rebelión de Gayo Avidio Casio, que se proclamó emperador de Egipto y Siria, logrando reinar tres meses y seis días. Tampoco conoció la paz en la intimidad. Según los rumores, su esposa Faustina le fue infiel e instigó la traición de Gayo. Su hijo Cómodo le detestaba por haberle impuesto una educación que exaltaba el sacrificio y la austeridad. Murió en el año 180 en Vindobona (la actual Viena) o Sirmio (hoy en día, Sremska Mitrovica, Serbia), víctima de la viruela. Su óbito se produjo en un campamento militar, mientras luchaba en la convulsa frontera del Danubio. Tenía cincuenta y nueve años. Su desaparición significó el fin de la Pax Romana, la época de mayor prosperidad del imperio. Herodiano honró su memoria, afirmando que fue "el único de los emperadores que dio fe de su filosofía no con palabras ni con afirmaciones teóricas de sus creencias, sino con su carácter digno y su virtuosa conducta". Marco Aurelio no hizo realidad la República o Ciudad Ideal postulada por Platón, pero su inteligencia e integridad preservaron el equilibrio político durante unos años particularmente turbulentos. Su gobierno puede interpretarse como una lúcida síntesis de los imperativos éticos y las consideraciones pragmáticas. "No sigas esperando la República de Platón –escribe Marco Aurelio-, mas queda satisfecho con el más pequeño progreso, y piensa que lo que resulta de esa pequeñez no es nada pequeño". El emperador había asimilado la enseñanza estoica según la cual el "deber ser" se debe modelar a partir de lo que realmente es. En términos modernos, podemos afirmar que no se sometió a la ética de los principios –intransigente y poco realista-, ni a la ética de la responsabilidad –cínica y oportunista-, optando por una sabia combinación de praxis y moral.
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Sus apuntes se gestaron durante sus últimos diez años y expresan la convicción de que ha llegado la hora de abandonar los libros para contrastar la introspección con la experiencia adquirida. No se trata de una reacción anti-intelectual, sino del tramo final de una evolución orientada hacia la frugalidad vital y existencial.
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Epicteto rechaza un criterio abstracto de verdad, estableciendo como fundamento de la moral la prohairesis (pre-elección, pre-decisión). La prohairesis no es un juicio, sino un acto de razón. Surge de la identificación socrática del bien con el conocimiento: "No eres carne y huesos, sino elección moral, y si esta es bella, tú serás bello".
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Marco Aurelio se despide de uno de sus maestros con enorme ternura: "Adiós, alma mía, ¿no he de arder de amor por ti, que me has escrito esto?". En otra carta, le agradece con humildad sus enseñanzas: "Tus críticas o, más bien, tus azotes enseñan al punto el camino mismo sin engaño ni palabras falsas. De modo que debería estarte agradecido con que me hubieras enseñado tan solo a decir la verdad, más todavía cuando me enseñas a escuchar la verdad".
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No cabe esperar la inmortalidad personal, pero sí una inmortalidad impersonal".
Image: Eugène Delacroix. 'Últimas palabras del emperador Marco Aurelio', 1844.
Museo de Bellas Artes de Lyon / El Cultural