Por Rafael Narbona / El Cultural
"El psicólogo nos enseñó que el dolor solo se aplaca cuando dos personas comparten sus palabras y sus silencios. No es un legado insignificante, sino una lección de humanidad e inteligencia.
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Rogers apunta que es imposible llevar una vida plena sin una visión positiva de la existencia y una percepción positiva de uno mismo. Sin autoestima, se desemboca en el desamparo y la impotencia. La autoestima no debe depender de nuestra adaptación a un determinado modelo cultural. Si cumplimos las expectativas de una sociedad represiva y alienante, disfrutaremos de reconocimiento, pero no de verdadera felicidad interior. La auténtica felicidad sólo puede brotar de la gratificación producida por obrar conforme a nuestro verdadero yo: "En mis relaciones con los demás, he descubierto que a largo plazo no ayuda actuar como si fuera otra persona. Siempre debo ser yo mismo". El verdadero yo no debe confundirse con un yo idealizado que siempre nos producirá frustración, pues jamás estaremos a la altura de esa imagen hiperbólica. El verdadero yo es la identidad que creamos mediante decisiones libres, flexibles y realistas. Si nos dejamos esclavizar por el "yo debería ser", surgirá la neurosis, con su catálogo de respuestas inadecuadas: negación, evitación, distorsión y, en los casos más graves, psicosis. La incongruencia entre el "yo verdadero", sano y equilibrado, y el "yo ideal", hipercrítico y descompensado, produce una elaboración onírica que escinde a la persona de la realidad. Un yo sano se caracteriza por la apertura a lo nuevo, la confianza en sus posibilidades, la empatía hacia los otros, la libertad y la creatividad ante el presente, el pasado y el futuro. El yo siempre debería ser una síntesis de lo inmediato, lo vivido y lo proyectado. Esa actitud se llama "congruencia" y es el punto hacia el que debemos tender.
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La "psicoterapia centrada en el cliente" no es una técnica, sino un "enfoque". El concepto de "paciente" refleja pasividad y sumisión. En cambio, la noción de "cliente" destaca su papel activo en el proceso curativo y pretende neutralizar la connotación negativa de la expresión "enfermo mental". Para Rogers, no hay enfermos, sino personas con formas disfuncionales de vida. La terapia convencional intenta corregir ciertos comportamientos, dirigir e imponer normas. Por el contrario, el enfoque es una perspectiva orientada a apoyar, sin ejercer ninguna forma de presión directa o indirecta. Su objetivo es acompañar al paciente, ayudándole a ejercer su autonomía o libertad responsable. Si hay una relación asimétrica o un cuadro de dependencia, el cliente no se atreverá a ser él mismo por miedo al rechazo. Y cuando surja un problema, será incapaz de afrontarlo con sus propios recursos".
Image: El Cultural