Por Juan Cruz / El País


"Ahí están los ojos, el impresionante grito de silencio, el magnetismo de la mirada de la madre de Jesús. Son los ojos, quietos como una frontera, de Blanca Portillo, que protagonizó en el teatro la obra de Colm Tóibín El testamento de María. La actriz, que está pendiente del estreno de la película Retrato de mujer blanca con pelo cano y arrugas, abordó esa pieza como si estuviera dentro del cuerpo y del alma de la madre del hombre más decisivo de la historia, el hijo de Dios. Fue en 2014; antes y después, la actriz, nacida en Madrid hace 57 años, ha estado al frente de numerosos repartos y ha dirigido otros, pero en esta época en que la vida y la muerte se miran con asombro y rabia es natural que vuelva a quienes vieron en aquella función el fulgor implacable que contenía el silencio salvajemente herido de El testamento de María.


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P. ¿Qué le dejan esas actuaciones en las que hace suya la realidad que interpreta?


R. Me permiten entender al ser humano. Eso es lo que más valoro de mi profesión. Al vivir vidas que no son las tuyas aprendes a mirar el mundo desde otros sitios, y eso te permite entender, compartir o, en todo caso, empatizar y ser flexible con aquellos con los que no esté de acuerdo. Vivimos tiempos en los que parece que somos dueños de la verdad, "este es bueno, aquel es malo". Nos cuesta ser permeables al pensamiento ajeno. Este trabajo me permite ponerme en lugares que no me corresponden, pero por los que tengo que transitar con todo mi ser y con toda mi posible inteligencia para intentar entender a los otros."


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Image: Sergio Parra / El País

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