Una de las flores del jardín
Escribir
a respecto de la aceptación es,
de alguna forma,
para mí,
reconocer que este
no será el último texto
pues,
la experiencia de aceptar
se va extendiendo
y a su vez
la percepción de este concepto.
Una sensación de infinito
se siente en su presencia
y, de repente
lo que uno pensaba
que no podría aceptar y entender,
ya es parte de la consciencia.
Desde la aceptación
se acepta el rechazo
a ella misma
y se entiende
el acto de juzgar
al entendimiento.
Con ello
nace el sentir de la paz
por dejar de luchar
que 'otros' acepten y entiendan;
fruto de la aceptación
de uno mismo
a su propio rechazo.
El principio del camino
es 'acepto que no me acepto'.
Este logro
me parece
un efecto del trabajo interior
en aceptar el pasado
con sus errores, dolores,
miedos y culpas;
en reinterpretar
las experiencias
y soltarlas
en la brisa del perdón.
Así,
para que una relación florezca,
entendiendo
que la primera
es la de uno con uno mismo,
la aceptación y el entendimiento
me parece
que son precepto.
Para eso
hay que invertir,
con honestidad y entrega,
en aprender, [des]aprender,
una y otra vez,
como en la niñez
donde está presente
la constante curiosidad
y el cuestionar
lo que parece ser verdad.
Se caen castillos,
títulos y anillos,
consecuencia
de una nueva tabla de valores,
que viene desde dentro,
genuina
y no alquilada en el ego.
Aceptar,
entender,
la mente
que decide y siente
para algún día
volver al presente,
libre y consciente
del regalo de vivir plenamente.