Oda al miedo


¿Oda al miedo? 

Pero si el miedo es una tontería. 

Hay que ponerse a trabajar, 

y ya está. 

[Así más de uno empezaría, un diálogo consigo mismo o con la vecina]


¿Para qué hablar del miedo? 

Eso es perder el tiempo. 

Mejor hablemos de cosas reales, 

como la economía, la pensión, 

la salud o la educación. 

Que sí importan y necesitan de atención. 

[No pasa na', en algún momento uno mira hacia dentro]


Yo no siento miedo, 

soy fuerte. 

A veces un poco de ansiedad o stress

alguna vez siento pánico; 

enfadarme sí, varias veces al día. 

Algunas veces me sale herpes, no más. 

Insomnio también tengo, 

y ¿cómo no tenerlo? 

con lo que sale en el noticiero. 

[Habría que empezar entendiendo '¿qué es el miedo?' y '¿cómo se manifiesta?']


¿Cuántas armaduras creamos 

e ingeniosamente justificamos? 

Hasta suena convincente, 

por veces incluso aparentan ser prudentes, 

y en el fondo inocentes. 

Como propósito, se entiende, 

evitar sentir el agua oxigenada 

en la herida que incomoda. 

Tanto molesta la presencia de la herida 

como abrirla y sanarla de por vida.


¿Y en la práctica, 

de qué estamos hablando? 

De una biblioteca de creencias limitantes 

que coleccionamos en enormes estantes. 

Parecen invisibles, 

de hecho cerrando los ojos se ven mejor, 

aunque son sentidas a menudo 

en cualquier actividad que hace uno.


Determinan nuestras decisiones, 

sí o sí, ahí están, 

en la oscuridad, 

desde el sótano de la mente, 

disponibles constantemente 

para cualquier justificación.


Tienen nombres bonitos, 

parecen ser varias, 

y se manifiestan en los pensamientos,

en la conducta y en el cuerpo, 

cuando parten de una misma emoción, 

llamada miedo, 

que elige uno sentir, 

por algo que considera no merecedor: 

el amor.

  

 



  

 



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