Por Alexis Racionero / La Vanguardia
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Vivimos en la era del ruido, dentro de las ciudades y en nosotros mismos, colgados de unos sempiternos auriculares que son la extensión de nuestros oídos. Radio, música, audiolibros, monólogo interno… no importa el contenido, la cuestión es evitar el vacío sonoro como si el silencio nos diera pánico.
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De pronto, nos dimos cuenta de que el silencio sana y nutre, especialmente cuando lo sentimos en nuestro interior. Porque el silencio no es tan sólo ausencia de ruido o palabra sino una experiencia más profunda.
Así lo siente Erlin Kagge autor del fantástico libro El silencio en la era del ruido (Taurus, 2017) en el que narra sus cincuenta días andando en solitario por la Antártida. Huimos del silencio para evitar el contacto con el verdadero sentido de la vida. Nos llenamos de ruido y actividad para que nos distraigan. Por eso, este joven explorador noruego decidió ir en busca del silencio como forma de encontrarse a sí mismo. Allí se sintió parte del paisaje desolado e inició una conversación con la naturaleza.
En su camino hacia el polo sur no hubo sonido humano o civilizado que le alcanzara. "El silencio alrededor nuestro puede contener muchas cosas pero el tipo más interesante de silencio es aquel que yace en nuestro interior". Ese silencio que calma las olas de la mente, permitiendo que cese el ruido que impide vernos como somos. El silencio es una forma de comprender, un estado de ánimo, una herramienta de autoconocimiento y sanación.
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No hay duda de que experimentar el silencio cambia la percepción de las cosas y de uno mismo".
Image: Getty images / iStockphotos / La Vanguardia