Ocultó el éxito, 

y eso le llamó de fracaso.


Ocultó la fuerza, 

y eso le llamó de debilidad.


Ocultó la abundancia, 

y eso le llamó de carencia.


Ocultó el amor, 

y eso le llamó de miedo.


Ocultó a sí mismo, 

y eso le llamó de inconsciente.


Y así siguió, 

ocultando, ocultando y ocultando.


A eso le llamó protección. 


En algún momento percibió la oscuridad. Primero como algo ajeno, luego como una decisión, un deseo.


Buscó luz en cerillos encendidos por manos que no eran las suyas. No iluminaban.


Siguió buscando y así afirmando que carecía de su luz. 


Un día, se cansó. Paró. Y se volteó. Hacia dentro. Y miró, con honestidad. 


Encontró luz, infinita luz.

 



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