Por Xavi Ayén / Magazine Lifestyle


"En menudos líos se mete Emmanuel Carrère. Su novela Yoga – que se pone a la venta el próximo miércoles - fue el libro estrella de la pasada rentrée francesa, en parte por su contenido (explica cómo el escritor pasó de frecuentar retiros de meditación a ser internado en un hospital psiquiátrico) y en parte por las quejas de su ex esposa, que lo acusó de incumplir el contrato de divorcio que le impide citarla en sus obras. Carrère argumenta que, aunque con una fortísima base autobiográfica, se trata de un libro de ficción, en el que llega a inventar personajes, y que la única cita directa es un elogio. El libro son, de algún modo, cuatro libros: la crónica en primera persona de una depresión con tendencias suicidas y trastorno bipolar; la de una crisis de pareja; el episodio del atentado islamista en la redacción de la revista Charlie Hebdo; y el drama de los refugiados en una isla griega a la que Carrère acude a impartir un taller literario. El autor atiende al Magazine por videoconferencia desde París, tras sus ejercicios de yoga matutinos.


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mis posibilidades de conseguir acabar con mi enorme ego eran muy remotas, es imposible. Hay una contradicción, cierto, entre un escritor que intenta, en su trabajo, dar forma a la complejidad de la persona que es y, por otro, esa especie de santificación que es el objetivo de ese tipo de disciplinas y, en general, de la sabiduría. La sabiduría está fuera de mi alcance, pero me atrae la tensión entre esos dos objetivos tan diferentes.


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Yo defiendo el impulso amoroso, la pasión, pero también el que te conduce al compromiso con los demás, la caridad en términos antiguos o la empatía, en lenguaje actual. Nietzsche hablaba de la compasión, y la consideraba un afecto enfermizo porque provoca doble sufrimiento, en el que sufre y en quien le compadece.


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El problema de las autobiografías es tanto la autoglorificación como la autodenigración. Es difícil encontrar el justo medio. Hay tanto narcisismo en cubrirse de elogios como en escupirse y patearse. El gran ejemplo de autoglorificador es Chateaubriand, que dedica su tiempo a erigirse una estatua. Otros se maltratan. El más equilibrado es Montaigne, que ve todos sus defectos pero no le causan vergüenza, porque hacen de él un ser humano, como el lector. No somos perfectos ni gloriosos pero ello no es razón para odiarnos".


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Image: © Gueorgui Pinkhassov / Magnum Photos / Contacto / La Vanguardia

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