Por Fernando García / La Vanguardia


"¿Cómo surgió la idea de esta película?


Fue a raíz de un artículo que leí en The Guardian. Trataba sobre una agencia creada en Japón para que cualquier mujer pudiera casarse con todo, todo lo que quisiera... menos el novio. Ella podía vestirte de princesa, maquillarse, llevar su precioso ramo, pero todo sola. Eso nos dio la idea. Lo que contaba el reportaje se refería más bien a la experiencia estética de esas bodas a solas. El objetivo principal era tener un álbum de fotos, cosa a la que allí dan mucha importancia. Pero luego, rascando más en el asunto, vimos que había mucha gente que se casaba por compromiso consigo misma, bien en soledad o con asistencia de amigos y familiares; también en España, y también hombres. Luego, hablamos con esa mujer fantástica, May Serrano, que ya hace unos cuantos años se casó con ella misma. A partir de todo ello compusimos una historia más cercana a nuestra realidad, original y espero que divertida. Algo más generacional y existencial en torno a una persona de cuarenta y pico que se pregunta qué está haciendo con su vida, si lo que le gusta o lo que quieren los demás, y si está a tiempo de reconducir su existencia. Después le construimos la familia, que es siempre la que más problemas pone aunque luego termine apoyando.


[…]


La historia habla de trazar y seguir el rumbo propio, de romper ataduras e imposiciones ajenas. ¿Cree que vivimos por debajo de nuestras posibilidades, en el sentido de la potencialidad que cada uno tenemos?


Creo que soportamos mucho ruido externo. Me refiero a los roles familiares en que caes desde que naces, a las expectativas laborales, las que despiertas en la pareja… Y así es no es fácil escucharnos para saber si todo lo que estamos haciendo nos interesa realmente a nosotros... o a quién. Contra eso uno puede ir soltando pequeñas bombas, decir que no a esto y lo otro. Pero cambiar el rumbo y soltar una bomba nuclear como hace el personaje de Rosa es más difícil. Porque no nos educan para escucharnos. Y aprender a oír nuestra voz debería ser de primero de EGB. Pero, como no es así, lo que ocurre es que en cuanto surge la discrepancia con lo que nos viene impuesto tendemos a pensar que no tenemos razón, que estamos tontos y debemos seguir lo que nos dicen."


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Image:  Dani Duch / La Vanguardia

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