Por Ana G. Moreno / Buenavida - El País


"Camino al borde de un acantilado. Observo la imponencia de un pantano azul oscuro, casi negro. Me postro frente a un árbol centenario, alto y frondoso, indescifrable. Me pierdo (o me dejo perder) por un sendero natural que nunca antes había transitado. Siento temor, pero también placer. Una mezcla rara que recibe el nombre de sobrecogimiento. No aparece en ninguna taza de Mr Wonderful: "¡Sobrecógete! Hoy puede ser un gran día". Pero se trata de una emoción positiva, según la rueda del célebre psicólogo Robert Plutchik: un mix de miedo, sorpresa y deleite. Ahora unos científicos la han estudiado, y dicen que tenemos que caminar en la inmensidad más. Mucho más. Lo llaman paseo del asombro.

Virginia Sturm, profesora asociada de Neurología y Psiquiatría en la Universidad de California y una de las autoras del estudio, que acaba de publicarse en Emotion, avanza por correo electrónico: "El sobrecogimiento es una emoción que da respuesta a las cosas inmensas que no podemos entender inmediatamente". ¿Y por qué es bueno cultivarlo? "Despierta lo que hemos llamado tu 'yo pequeño', que significa verse como algo diminuto ante el vasto mundo que nos rodea. De esta forma, te sientes más conectado. Toda esa importancia que nos damos a nosotros mismos decrece, de modo que nos convertimos en la parte de un todo. Dejamos de mirarnos el ombligo y fijamos la atención en los demás, algo que promueve la humildad, la generosidad y la bondad", responde.


En su investigación, se crearon dos grupos de paseo, uno de control y otro al que se animó a deambular por un bosque desconocido para ellos. Los segundos se sintieron más sociales y felices, reconociendo sentimientos que los primeros ni rozaron, "como la compasión, la admiración o detenerse más en los detalles de la aventura". Aunque Sturm y su equipo trabajaron solo con mayores de 60 años, la neuropsicóloga considera que la edad es irrelevante.

Ni siquiera es obligatorio marcharse al campo a sobrecogerse: "La naturaleza es un gran medio para experimentarlo, pero el arte, la religión o las acciones colectivas, como los conciertos, también son sitios en los que esto se logra. Incluso en un lugar familiar, escudriñando los detalles de una planta o un pájaro en un jardín cercano. La clave es aprovecharse de nuestro sentido del asombro infantil y tratar de ver lo que nos rodea con ojos nuevos". Eso sí, al menos se necesitan 15 minutos de inmersión, según matiza. Y puedes intentarlo acompañado. "Los participantes de nuestro estudio lo hicieron solos, pero si alguien es capaz de no distraerse por la presencia de los demás, no hay problema en caminar con otros", aclara Sturm."


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Image:  Massimo Colombo / Getty / El País

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