Por Rocío Mendoza / El Correo


"Permanecer durante quince minutos en una sala vacía, sin teléfono, sin lecturas ni otros medios de distracción. Callados y sin comunicarse de ninguna forma. En silencio absoluto. Esto es lo que el psicólogo Timothy Wilson pidió en 2013 a un grupo de hombres y mujeres adultos cuando intentaba demostrar con sus experimentos que la adicción a la acción y a los estímulos de nuestro cerebro contemporáneo es un hecho. La prueba se antoja fácil, ¿verdad? Pues cuando terminó, la mitad de los participantes manifestaron que les había parecido «ardua y desagradable».


Convencido de poder demostrar sus teorías de forma más contundente, Wilson volvió a reunir a un grupo de adultos con las mismas condiciones, pero incluyó una variante: quien quisiera tenía la posibilidad de romper la monotonía de la situación aplicándose descargas eléctricas con un aparato que les dejó a mano. La opción era permanecer a solas con los pensamientos o infligirse dolor. El resultado, publicado entonces en la revista Science, fue demoledor: el 67% de los hombres y un 25% de mujeres se dieron al menos una descarga eléctrica. ¿Con qué propósito? Simplemente con el de distraerse. Antes muertos que aburridos."


Enlace




Image:  Tomás Ondarra / El Correo

Artículo Anterior Artículo Siguiente