Por Lluis Amiguet / La Contra


"Robert Lustig, neuroendocrinólogo, investiga los circuitos de la dopamina y la serotonina.


¿Edad? Envejecer da asco, pero si aprendes a envejecer bien, duele menos. Investigo cómo la dopamina del placer y la adicción nos destruye; pero si incrementamos la serotonina del bienestar haremos que los años que nos queden valgan la pena. La clave es que la dopamina del placer inhibe la serotonina del bienestar."


"Sólo disfrutas más con menos


Leo un adelanto de Metabolical (aún sin editor en España) y, fascinado, localizo a su autor, Lustig, en la Universidad de California en San Francisco. Diseña un modelo del sistema límbico, el que convierte las emociones en acciones, para curar disfunciones neuroendocrinológicas. Y me da su consejo para vivir mejor: renuncie a la búsqueda del placer fácil con la dopamina, que enriquece a industrias billonarias de la comida basura, el juego o las drogas; y haga ejercicios que aumenten la serotonina, hormona neurotransmisora de la felicidad (él prefiere decir bienestar). Perseguir la dopamina del placer nos lleva, más allá de la copa, a vaciar botellas; la de la serotonina nos hace disfrutar de un mero paseo entre las viñas. Pero si ya eres alcohólico, es imposible que lo aprecies."


[…]


"El placer es egoísta; 

la felicidad solo es compartida o no es; 

el placer es efímero; 

la felicidad, en cambio, 

se proyecta hacia el futuro 

sin límites; 

el placer es sensorial y visceral; 

la felicidad es difusa, etérea...


¿Por qué los confundimos?


Porque el placer es más fácil de obtener, 

pero esa es también su trampa. 

El placer es adictivo, 

porque cada vez necesitas más estímulo 

–con sustancias o en conductas– 

para obtener la misma cantidad de placer."



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Image: La Vanguardia

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