Por Guillermo Alonso / El País
"Durante diez temporadas y 237 episodios fue uno de los jóvenes más famosos de España, pero esa presión pudo con él y, tras el fin de la serie, prefirió hacer teatro y viajar. Ahora vuelve con la superproducción 'El Cid', donde interpreta un papel que le es familiar: alguien que tiene que aprender a sobrevivir en un mundo donde la gente va a por todas.
Los altibajos de los niños prodigio han sido una fuente inagotable de fascinación para el público y de inspiración para el periodismo. En ICON hemos repasado una, dos, tres, en realidad montones de vidas de estos irresistibles mitos contemporáneos. El caso de David Castillo (Madrid, 1992) es su reverso luminoso: tras rodar decenas de anuncios siendo un niño, cosechar críticas excelentes en Cachorro, su debut en el cine, y convertirse en una celebridad a los 12 años por su papel en Aída, que llegó a atraer a seis millones de espectadores, hoy alterna teatro, televisión y poesía con la calma que da a un actor haber cumplido el sueño de la fama y el reconocimiento antes de la adolescencia.
Su vida no se parece a la de ningún otro niño: a los ocho años voló a Almería para ver nieve, una nieve artificial colocada para un anuncio de altísimo presupuesto de una compañía eléctrica. A esta reunión llega de un sitio más cercano, de un municipio del norte de Madrid al que se mudó hace unos años para llevar una vida tranquila. Nunca ha dejado de trabajar: ha alternado el teatro clásico con series diarias (Amar es para siempre) y volveremos a verlo en El Cid, la superproducción de Amazon que lo une a Jaime Lorente. Allí es Elisardo, "un personaje con un carisma tremendo, que llega nuevo a la corte pero no quiere estar allí", describe.
Los paralelismos con su propia vida, como descubriremos en la conversación, son abundantes: "Tiene que aprender a defenderse en ese mundo de señores muy brutos y gente que va a matarse. Pero él tiene una vena un poco más artística, le gusta cantar, tocar el laúd, probar cosas nuevas… Es un personaje con mucho carisma porque llega allí sin saber muy bien lo que tiene que hacer y, poco a poco, se dará cuenta de que no se le da tan mal como él pensaba".
Image: Saúl Ruiz Mata / El País