"¿Te imaginas alquilar un barco y surcar los canales de Europa, entre pueblos pintorescos, viñedos o campos de tulipanes? El turismo fluvial está de moda y no… no es un lujo ni hace falta saber navegar para tomar el timón para disfrutar de unas vacaciones diferentes. Te lo contamos. Por Ixone Díaz Landaluce / En XL Semanal.


Hasta los años treinta, los barcos que surcaban el canal de Midi, en el sur de Francia, iban tirados por caballos. Luego, aquellas embarcaciones que durante dos siglos transportaron mercancías, correo y pasajeros desde Toulouse al Mediterráneo incorporaron los primeros motores. Sin embargo, poco después, con la llegada del ferrocarril (y más tarde con el transporte por carretera), el canal fundado en 1681 cayó en desuso. Hasta que alguien reparó en que todos aquellos prados teñidos de verde tecnicolor, castillos y pueblos medievales, como Carcasona o Le Somail, podían ser un buen reclamo turístico. Así es como, en últimos años, esta singular ‘carretera líquida’, que es la vía navegable artificial más antigua de Europa y que recorre 241 kilómetros, se ha convertido en el canal más famoso del continente. Sobre todo, desde que en 1996 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Pero, en realidad, el canal de Midi solo es uno más. En Francia hay más de 8500 kilómetros de canales navegables que enlazan ríos como el Sena, el Loira o el Ródano. Y en toda Europa existe una red fluvial de más de 30.000 kilómetros que permite visitar gran parte del continente sin pisar tierra. Una fórmula vacacional que se ha convertido en un pequeño fenómeno en países como Bélgica, Italia y Holanda (con más de 7000 kilómetros de canales), Escocia (y su famoso canal de Caledonia), Alemania, el Reino Unido o Polonia."






Image: XL Semanal
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