Diez, nacida en Valladolid hace 29 años, se presenta hoy en su Instagram como "activista del queso artesano en lucha por el queso real" y lidera —con su pareja, Adrián Pellejo— Formaje, una plataforma de proyección de la cultura del queso de excelencia con una tienda en Madrid. En su web está su manifiesto, en el que describen su misión: "Crear espacios que permitan conocer y abrazar el valor cultural de la artesanía quesera y faciliten el acceso a su consumo". El nombre de su empresa lo encontraron en el Diccionario de uso del español, esa obra magna de María Moliner que García Márquez definió como "el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana". Formaje, del francés fromage, queso, tuvo este significado en castellano antiguamente y mantiene el uso de "molde para hacer quesos", según la entrada del diccionario. La palabra les encantó. Hubo quien les dijo que la gente no sabría pronunciarla, y les dio igual. Y así ha sido: muchos lo pronuncian "Formash". Y les da igual".
Por Pablo de Llano / El País
"Clara Diez no parecía destinada al queso. En su casa siempre había roquefort, a su madre le pirraba, pero a ella no le despertaba interés. Su relación con ese producto era distante. "Me parecía de lo más soporífero", recuerda. Esto era a finales de los noventa, principios de la década de 2000, Clara era una niña aficionada a la lasaña y en España el queso permanecía estancado en la monótona dimensión de la producción industrial.
Imagen: Daniel Ochoa de Olza / El País