Por Esteban Ordóñez Chillarón / Yorokobu
"Dicen que bastan 45 minutos dentro de una cámara anecoica para desarrollar síntomas de locura. Estas salas son silenciosas hasta desorientar. Atraviesas el umbral y, de pronto, cambian las propiedades del mundo: hay un fallo en Mátrix.
En Madrid, el Instituto de Tecnologías Físicas y de la Información Leonardo Torres Quevedo (ITEFI) alberga una de ellas. Es un cubo de hormigón prácticamente suspendido en el aire: separado de las paredes del edificio y soportado abajo por unos amortiguadores de metal.
Cuñas de lana de vidrio amarillas erizan los tabiques. Una geometría aplastante que solo varía a causa de la incidencia de la luz y de los cambios de posición del observador. El efecto es que respiran; las paredes ondean lento, como suponemos que ondearán los órganos del cuerpo vistos desde dentro. Pero nada sucede realmente: esta es una de las fracturas sensoriales que ocurren dentro de la cámara".
Imagen: Yorokobu