Aceptó poner la mente y el cuerpo en quietud.



Sintió que nada tenía que hacer para sentir paz. Estaba ella ahí, aguardando pacientemente. 


Su aceptación era todo.



Dejaba los pensamientos pasaren, como si observara un baile de letras y palabras, acompañadas de la música de sentimientos. 


Dejaba fluir, aceptaba sentir.

Percibía que se desvanecía el miedo a sentir. Sentía. Ya no interpretaba el sentimiento, lo aceptaba. Ya no sabía si era bueno o malo, era.

Esa experiencia de observar, que desde dentro vivía, la extendía hacia fuera, en lo que sus ojos veían.

Entonces la vida se volvió un ligero baile, con la música del amor.







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